Hotel, Berlin Oriental, 21 horas
La comitiva Argentina ha llegado a hospedarse. Mi cuarto de hotel -Parsifal; 3 estrellas; desayuno continental- es pequeño pequeño como el burgués de Monicelli. Recuerdo el chiste de Marx (Groucho): "Servicio de habitación", "¿Sí?", "¿Podría enviarme una habitación más grande?". De hecho, si el lecho fuera como el de Procusto, poco quedaría de mi humanidad. Recibo un mensaje del "negro" Orozco invitandome a un cabaret llamado "Gumersinda's Legs". Pienso si concurro. Mientras tanto... (!) en otro lugar de la misma ciudad, doblevé (Teodoro) cree que las salchichas que come en la zona aledaña a la estación de San Martín, son mejores que las que expende una robusta señora alemana (Inga) en la AlexanderPlatz; la mostaza (anotar) es mucho más picante, dice. En este mismo hotel se hospeda Hache. Supongo que es quién me golpea la puerta ahora. Lo hago pasar. Me ofrenda su controvertido libro; prometo leerlo y (según me indica él, puedo criticarlo) discutir sus atributos. Me avisa: "a los gorilas, por supuesto, no les gustó un carajo". Le hago saber que a los peronistas tampoco (aclaración: la imagen de un Perón decrépito negociando con alienigenas socialistas su vuelta a la Argentina en un OVNI fue repudiada con la misma virulencia por el sector sindical que respondía a Rucci y por los grupos más reaccionarios del mismo movimiento; para ellos "el general" no podía ceder ante estos seres inferiores y a primera vista no peronistas; lo que ponía en juego Hache, sin una intención irónica, era la autoridad y la capacidad de mando del gran conductor (acaso también entonces, su conducción). Hache me dice entonces: "bueno, sabrá ud. que para verificar la existencia de un genio verdadero hay que buscar a todos los necios que se le ponen en contra". La cita es de Stevenson (eso no se lo digo). Lo despido. Tengo que ponerme un saco. La noche alemana me espera.
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